jueves, 6 de septiembre de 2012

LA SOGA (2ª parte)


Un día algo cambió. Uno de los seres sin rostro detuvo su avance. El capataz se acercó a él y lo fustigó, pero la insensibilidad del cuerpo de aquel extraño espécimen del universo no se inmutó.
La cuerda se detuvo y con ella el tiempo. Los soles lunares dejaron de brillar y una oscuridad ciega llenó todos los huecos de luz de aquel inhóspito planeta.
El capataz, muerto de miedo, empujó al causante de aquel suceso y cogió la soga con sus propias manos. En sus oídos, los gritos de dolor y de ira de la propia soga lo estaban enloqueciendo.
Comenzó a tirar y la soga se calmó. Poco a poco la luz regresó al lugar y el capataz descubrió que aquella criatura que surgía de las profundidades de la tierra era la pila que daba vida al sistema solarlunar y a todo el universo. Supo, entonces, la verdad, y el sentido de la vida lo invadió.
Miró al ser que había dejado de tirar y, sin sentir pena ni rabia, le lanzó el látigo y le dijo:
"Ahora eres tú el señor de la soga, no dejes que se detenga nunca, ella te hablará en tus sueños. Obedece y el universo se seguirá moviendo, si dejas que se detenga, el universo morirá".
El ser sin rostro no pudo decir nada. Tampoco pudo mostrar sorpresa o alegría, no tenía cara. Recogió el testigo que le ofrecían y continuó fustigando a sus compañeros.
El capataz, al cabo de unos días, sintió en su cuerpo el dolor y el cansancio. El no era insensible; sí tenía ojos y boca, y un corazón que sufría bombeando sangre a sus venas deterioradas por el esfuerzo. No quería morir. Después de siglos de vida, se sentía extraño en su propio cuerpo. La soga hacía meses que ya no le hablaba. Y cuando estiraba de ella no sentía el pulso de vida en sus manos.
La soga lo había abandonado, ya no lo amaba. Y lloró.
Una lágrima rodó por su brazo hasta depositarse en la soga. Todo se detuvo en ese instante. La soga se enrolló en torno al capataz y, mientras lo estrangulaba, inició un retorno sin fin hacia su agujero....